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oct
09

Fukushima, meses después del desastre

Se han cumplido recientemente los seis primeros meses de la hecatombe nuclear de Fukushima. El ministro japonés de Economía se ha visto obligado a dimitir por haber hablado de “ciudades muertas” al referirse a los alrededores desérticos de la central durante su visita. “Es triste decirlo, pero esas poblaciones son como ciudades muertas, sin un alma a la vista”. Yoshio Hachiro, el ministro en cuestión, “hizo el gesto de rozar su traje con un periodista diciendo que corría el riesgo de contaminarse con radioactividad”. 


El Gobierno japonés permitió que miles de personas se expusieran a dosis de radiación extremas durante los días posteriores al tsunami que destrozó la central de Fukushima-Daiichi. Lo más lamentable es que no hizo nada para evitarlo. “Mientras los evacuados de la ciudad de Namie, a escasos 8 kilómetros de la central, se refugiaban en la región de Tsushima, considerada por todos un lugar seguro, lo que en realidad hacían era colocarse justo en la dirección en la que el viento transportaba millones de partículas radiactivas”. ¿Por qué? Porque todo el mundo estaba convencido de que el viento soplaba hacia el sur (Tsushima está al noroeste del país). ¿Todos? “Todos salvo Tokio, que supo gracias a sus sistemas de medición que el viento giraba hacia Tsushima y no dijo nada”. ¿Por qué? Para ahorrarse, la pela es la pela, “los enormes gastos de tener que ampliar mucho más el radio de evacuación y para impedir que surgiera una nueva oleada de críticas”. Durante las semanas posteriores a la catástrofe de marzo de 2011, miles de personas hicieron “vida normal”, sin que el gobierno “llegara nunca a abrir la boca. Como si se tratara de cobayas humanas o un simple daño colateral, un peaje que hay que pagar para conservar la imagen del Gobierno” y, añado yo, la escasa peligrosidad de la industria nuclear y, por descontado, la imagen del logo TEPCO.


No está mal para empezar. Hay más.
Más de 155 mil personas se han quedado sin casa tras abandonar ciudades como Minamisoma y Namie, según ha publicado el Mainichi Shimbun, uno de los rotativos más importantes de Japón. (4) Muchos ciudadanos jamás volverán a ver sus hogares, después de que Naoto Kan, ex primer ministro, reconociera por primera vez, días antes de dejar, el cargo que el entorno afectado permanecerá inhabitable durante décadas (sin precisar) debido a la alta radiación. Con el objetivo de deshacerse de la basura tóxica, ha señalado Javier Salas, se ha planteado la posibilidad de hacer de la necesidad virtud y aprovechar la situación de Fukushima para convertir el lugar en un depósito de residuos radiactivos. El legado de la industria (nuclear) es el legado de la industria (nuclear).

El portavoz del nuevo primer ministro, Yoshihiko Noda, ha señalado que Japón tendrá que gastar unos 2.000 millones de euros en las primeras labores –vale la pena insistir: en las primeras labores - de “descontaminación de las áreas residenciales, en la recogida de los residuos y en la limpieza de los terrenos afectados”. Junto a los más de 100 mil evacuados forzosos, las autoridades admiten que a lo largo de estos seis meses otras 55 mil personas han abandonado otras áreas de la prefectura de Fukushima (que no están dentro de las zonas de exclusión gubernamentales). Han decidido marcharse de sus viviendas por sus propios motivos; una importante razón para ello: la desconfianza.
¿Desconfianza justificada? Desde luego. A principios de septiembre, el Ministerio de Ciencia nipón desveló que más de una treintena de lugares, también fuera de la zona evacuada, registran niveles de contaminación radiactiva tan altos como los que obligaron a evacuar poblaciones del entorno de Chernóbil. Ni más ni menos. Se sabe ahora que el total de partículas nocivas despedidas tras el accidente es el doble de lo admitido inicialmente por la empresa y las autoridades. Muy recientemente la mismísima Agencia Japonesa para Energía Atómica, nada proclive a la crítica antinuclear, reveló que los niveles de radiación registrados en el mar son más de tres veces superiores a los calculados inicialmente por Tepco, la gran corporación eléctrica: los investigadores de la agencia, informa Salas, han elevado la cifra de becquerelios liberados al Pacífico hasta los 15 mil billones frente a los 4.700 billones estimados por la compañía (más de tres veces más). La empresa no sumó la contaminación radiactiva que cayó al mar tras ser emitida al aire por los núcleos fundidos de los tres reactores. ¡Vaya por Dios! ¡Qué error tan curioso!
Algunos nudos dialécticos más. Se aseguró inicialmente, tras el accidente, que ni el terremoto ni el tsunami ni las explosiones posteriores habían afectado a los reactores; se supo más tarde, pero el gobierno y TEPCO conocían ya el dato, que hubo fusión de los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 de la central, lo que, sin duda, supuso la liberación de enormes cantidades de materiales tóxicos. La industria nuclear en Japón, y en muchos otros lugares del mundo, suele sostener que, hasta que están desbordadas, la mejor ubicación para albergar el combustible atómico gastado, los residuos, son las piscinas ubicadas en el interior de las centrales, sin embargo algunos expertos y científicos han apuntado, tras la situación vivida en Fukushima, que la ubicación de estas centrales ha mostrado ser un problema añadido de seguridad...


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